Por eso, nunca somos del todo libres, ni totalmente dueños de nuestros actos.
Me siento como si estuviera esperando algo grandioso que no va a suceder, porque aún sigo atada con cuerdas de alambre.
Tuve la libertad de decirle que no parara, ahora no, tuve la libertad de temblar hasta casi explotar en una tranquilidad abrumante, tuve la libertad de abrazarle, de suspirar e inconscientemente también fuí libre de clavar mis uñas en su espalda. Fuí feliz y libre en ese instante, tanto, que mis ojos se enmudecieron algo más.
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